Comentario al Evangelio - miércoles 5 de septiembre 2018
Se inclinó hacia ella, dio una orden a la fiebre y esta desapareció
Lc 4, 38-44
Hijas de San Pablo
Hna. Simona Rosario Acosta, fsp.
Los gestos de Jesús y palabras de Jesús llaman
de manera particular la atención a lo largo y ancho de los cuatro evangelios.
Muestra de ello es esta escena evangélica,
en la que Lucas nos narra la curación de la suegra de Pedro y la de
tantos otros enfermos y poseídos. Jesús
entra en la casa de Simón, su suegra estaba enferma con fiebre muy alta, y
Jesús inclinándose sobre ella increpó a la fiebre y se le pasó. Ella,
levantándose enseguida, se puso a servirles.
Jesús
actúa primero por el gesto y luego por la palabra. El gesto (inclinándose sobre
ella) describe la fuerza y la soberanía de Jesús, quizás también la posición
cercana desde donde puede exhalar el soplo salvífico. Tal como lo hizo en el
relato de la creación: Dios modeló al
hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida; y el hombre
se convirtió en ser vivo (Gen 2,7). Luego con su palabra increpó la fiebre,
la cual inmediatamente desapareció.
La
fiebre se encuentra personificada y situada muy cerca de los demonios del
episodio que nos narraba el evangelio de ayer (Lc 4, 31-37). El éxito de Jesús
tiene un doble efecto: la fiebre desaparece y la mujer puede volver a trabajar.
Ella se entrega celosamente a su deber de acogida; es una confirmación del
milagro, pero también, el signo de que la liberación encuentra su expresión en
un nuevo servicio. Para Lucas, la
diaconía (el servicio) es la manera como las mujeres siguen a Jesús.
Pidamos
al Señor que podamos servirle en todo momento y con toda nuestra vida ya sea en
salud y enfermedad, en pobreza y en riqueza, en las buenas y en las malas. Con
la certeza de que estamos en sus manos que son las mejores manos en las que
podemos llegar a estar.
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