EL DIVINO JESUS MAESTRO, CAMINO, VERDAD Y VIDA
El divino Maestro Camino, Verdad y Vida. Lo cual
significa: el divino Maestro es el ejemplo de toda virtud, y de nuestras
virtudes deben ser las suyas; el divino Maestro es la luz del camino, la luz y
la enseñanza que nos hace conocer al Padre, que nos da la sabiduría que las
cosas celestiales, que nos da la ciencia de las cosas de Dios, es la fuente de
toda bendición y gracia, de todo consuelo y plenitud de vida sobrenatural.
El Maestro divino es el camino: no solo por haber
indicado a las personas la senda que conduce al cielo y une al Padre celeste:
no solo por haberse hecho, con su ejemplo, nuestra modelo. Jesús maestro es el
camino porque solo en él y por él llegan
las personas al Padre; no solo procede como modelo que imitar, sino que lleva
consigo y en sí, como el cuerpo lleva los miembros.
Jesús maestro es la verdad; no solo por haber
predicado y enseñado las verdades eternas; no sólo por haber comunicado a las
personas de las verdades. Jesús es la verdad porque nos hace conocer, creer y
vivir.
Jesús maestro es la vida: no solo por habernos
merecido la gracia con su oración y sacrificio; no solo por comunicarnos en los
sacramentos esta gracia que penetra, empapa, restaura y eleva toda la persona
humana. Jesús es la vida porque está presente y operante en nosotros, y en él y
por él vivimos en Dios, quedamos constituidos en herederos suyos y tenemos
ganado el cielo.
LA DEVOCIÓN AL DIVINO
MAESTRO
La devoción al divino Maestro, camino, verdad y vida aporta la plenitud de la
personalidad. Es la donación total, consciente y afectuosa de toda nuestra
persona a la persona de Jesucristo, viviente en la Iglesia y en la eucaristía.
Considerado en sí, es nuestro ideal; es el ideal de la persona, del cristiano:
conocer al divino Maestro, servirle, honrarle y amarle es fuente, comienzo de
fidelidad.
Hemos de crecer en la devoción al divino Maestro, a su
evangelio, a sus ejemplos, a su cruz, a su eucaristía, a su corazón, y conocer
en él, al Padre, nuestra persona hasta hacernos los terminales visibles de su
invisible presencia, de su vida eucarística.
La devoción al divino Maestro, por medio de los
misterios no solo conmemorados, sino renovados por la sagrada liturgia, nos
hace vivir al Cristo total: su doctrina y su evangelio, su santidad y sus
ejemplos, su gracia y su amor; nos hace conocer, imitar y vivir a Jesucristo
hasta que él sea místicamente nosotros y nosotros seamos él: “Es Cristo quien
vive en mi…; mi vida es Cristo” (Gál 2,
20)
Escrito
por el Beato Timoteo Giacardo
Comentarios
Publicar un comentario