Comentario al Evangelio - Lucas 7,36-50
Comentario al Evangelio
jueves 24° Ordinario | 20 de septiembre 2018.
LA PECADORA LAVA LOS PIES DE JESÚS
Lucas 7,36-50
Lucas 7,36-50
Hijas de San Pablo
Hna. Milagros Miranda, fsp
Seguimos
caminando como los apóstoles de su tiempo y como ellos y con ellos vamos aprendiendo
las actitudes, los sentimientos y acciones del Maestro con todos aquellos que
se encuentra en su ir y venir por las ciudades y pueblos de su entorno…En el
evangelio de hoy él es invitado a comer en casa de un fariseo. ¿Qué
sucede? Se le acerca una pecadora y le
manifiesta sus propios sentimientos con unos gestos de profunda devoción:
llora, moja los pies de Jesús con sus lágrimas, los seca con sus cabellos, y
los besa y unge con un perfume muy
costoso. El fariseo juzga y murmura desde su interior, si Jesús fuera profeta supiera quién es esa
mujer. Ironías de la vida, porque Jesús es verdadero profeta y como tal sabía
muy bien quién era esa mujer y sabía muy bien también quién era él, el fariseo
que lo invitó a cenar. Llama la atención esa actitud sabia de Jesús de no
juzgar; él no juzga ni a la mujer ni al fariseo de antemano. A ambos él los
acoge desde la situación en la que se encuentran cada uno y desde allí les
ofrece la salvación.
Deteniéndonos en
el personaje de la pecadora, vemos que en la narración no tiene nombre, del
fariseo sabemos que se llamaba Simón, pero de ella no aparece el nombre, se le
define por sus actos: Pecadora. Esa mujer nos representa a todos nosotros ante
Jesús. Ella a diferencia de Simón, y de todos nosotros , reconoce ante Jesús no
sólo sus pecados, reconoce también que
por sí sola no se puede levantar de sus faltas, errores y pecados. Ella ha
intuido el gesto acogedor de Jesús, sus Palabras alentadoras y sobre todo su
Amor Misericordioso. Ella ha intuido que ese hombre llamado Jesús es un gran
profeta, que Jesús es el Mesías Esperado, y que solo él podía hacerla renacer a
vida nueva, solo en Él estaba toda su esperanza. Y ella no fue defraudada, a
diferencia de la actitud orgullosa y autosuficiente del fariseo Simón, ella con
su sinceridad y humildad obtuvo la mejor gracia que una persona puede recibir
que es la de ser acogida profundamente en el AMOR. Y no cualquier amor, sino
aquel que limpia, que sana, redime; concede la seguridad, la alegría y la
paz para retomar una vida nueva.
Recemos con el salmo 117
Demos gracias al
Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga el pueblo
de Israel, eterno es su amor.
El brazo del
Señor hace prodigios, el brazo del Señor es sublime.
No hemos de
morir, no, viviremos y contaremos las
hazañas del Señor.
Tú eres nuestro
Dios, te damos gracias, te glorificamos.
Demos gracias al
Señor porque es bueno, porque su amor misericordioso es eterno. Amén
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