Comentario al Evangelio - Lc 6,27-38
Comentario al Evangelio
Jueves 23° Ordinario | 13 de septiembre 2018.
Ustedes amen… serán hijos del Altísimo, porque él es bondadoso con los ingratos y malvados.
Lc 6,27-38
Lc 6,27-38
Hijas de San Pablo
Hna. Verónica De Sousa, fsp
Como un eco de las Bienaventuranzas
hoy encontramos estas palabras, de sabor sapiencial. Estas indican la ética del discipulado, superior a la
Ley de Moisés, y aún más allá. Con ellas, Jesús indica qué es lo que fundamenta
las opciones del discípulo, qué motiva su forma de ser y de actuar.
Las palabras de Jesús son claras y
directas. En ellas, se manifiesta como maestro:
guía, orienta, da directrices concretas. Estas señalan en qué consiste el amor.
El amor que Jesús pide a los suyos no
es un ideal abstracto. Es bien concreto, toca la vida en sus detalles. Es
también un amor exigente. Pide detener
la espiral de la violencia aun cuando eso afecte directamente la propia
existencia. A ello apunta el “poner la otra mejilla” y “dar la túnica”. En
otras palabras, a responder a la violencia, incluso injustificada, con el amor.
El dar buen trato y el amor a los
enemigos son acciones que se explican a la luz de la misericordia que Jesús pide
a sus discípulos. Esta tiene como modelo al mismo Padre celestial y en ello
consiste aquello que Mateo llama la perfección de Dios (cf. Mt 5,48): en su
amor misericordioso para todos. El
discípulo dará gloria a Dios con su vida, viviendo a semejanza de su Padre,
sostenido por sus mismos valores. Jesús es el primero en glorificar al Padre
viviendo como él, al punto de afirmar “Quien me ha visto a mí, ha visto al
Padre” (Jn 14,9).
Como en cualquier familia, el hijo honra al padre pareciéndose a él. Quien sigue a Jesús
honra al Padre, actuando como lo hace él, es decir, siendo misericordioso al estilo de Dios.
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