Testimonio Misionero

“Proclama mi alma la grandeza del Señor…”

¡Hola a Todos! Mi nombre es Fabiola Torres Rivera y tengo el privilegio de pertenecer a la JMV de Puerto Rico.
                El año pasado, Papá Dios y nuestra Madre me dieron el mejor de los regalos: poder misionar por séptima ocasión en la República Dominicana. Cada viaje misionero es único. Es mucho lo que se comparte, lo que se aprende  y son muchas las oportunidades para crecer, para amar y para como jóvenes ir descubriendo más y más el  plan de Dios para nuestras vidas. 
                Durante este viaje misionero pude volver a visitar La Casa Rosada, un hogar para niños con VIH a cargo de las Hijas de la Caridad, en la República Dominicana. También pude compartir con niños en orfanatos, en un centro de nutrición y en barriadas muy pobres.

                Hace un tiempo durante uno de mis viajes misioneros descubrí que una de las cosas más importantes y efectivas al servir a nuestros hermanos es el tratar de dar seguimiento.  Aprendí que no basta con ir a llevar comida o ropa, sino que es importante aprendernos sus nombres, sus intereses, hacerles sentir que nos importan y sobre todo que conozcan cuánto Dios los ama. Mis niños ya me conocen y yo los conozco a ellos. Sé los que les gusta y les divierte, además de sus dolorosas e increíbles necesidades. Y ellos saben que los quiero, que lo que les pase es importante para mí, que creo en ellos… yyyyy que quiero ver sus calificaciones de la escuela, que me digan que se están portando bien y  que están asistiendo a la Iglesia.

                Hace unos días viví una de las experiencias más hermosas… Una joven del hogar de niños con sida, quien me considera su madrina, quiso quedarse conmigo un fin de semana. La llevé a la casa desde donde saldría a servir a los niños de una barriada muy pobre. Esta joven a quien considero un milagro, pues hace un poco más de un año estuvo al borde de la muerte; esta joven huérfana de madre, con diversas condiciones de salud  y de escasos recursos , me hizo recordar las palabras de nuestro santo patrón San Vicente de Paúl: “Sólo con los pobres salvaré a los pobres”.  Tan pronto ella vio a los niños de la barriada, se olvidó de ella misma y sólo quiso servirles con un amor y una sencillez inigualable. Realizó dinámicas, bailó con ellos, los peinó…  Y no porque alguien se lo pidió, sino que nació de ella, de su corazón generoso.  Luego me dijo: ya yo quiero ser grande para irme contigo y ser misionera como tú.

                ¿Qué palabras más hermosas podría yo escuchar? No puedo más que pensar en la realidad de que la pobreza de uno no es la misma del otro y que por eso es que si lo deseamos siempre podemos servir y darnos a los demás.Ayudar a otros a ayudar, poder ser un pequeño puente de caridad, es una de mis mayores alegrías. ¡Hay tanta pero que tanta gente anhelando servir y sin saber cómo!. Doy gracias a Dios porque  las misiones que realizo se hacen en equipo. Siempre Dios me envía ángeles quienes con sus oraciones, donaciones  materiales o de su tiempo me acompañan.

Debemos animarnos siempre a servir. Invitarnos y recordarnos que cada minuto es una oportunidad para misionar, para darnos. Está en nosotros reconocer lo que se nos presenta y abrir el corazón.
“El amor es inventivo hasta el infinito.”
“Los pobres son nuestros amos y señores”. -San Vicente de Paúl
Gracias Señor y Madre querida por el regalo y privilegio de poder servir.


Fabiola Torres Rivera

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