¿Es válido oponerse a la vocación de los hijos?
Robos, asaltos, secuestros... Todos esos desmanes hoy están al orden del día. Y me apena comprobar que gracias ellos nuestras sociedades se estén construyendo sobre la desconfianza, la incertidumbre y el miedo. Se contratan guardaespaldas, se refuerzan los cerrojos de las casas, se instalan alarmas en los negocios, se blindan los automóviles. Pero se da algo aún peor que todo eso: se acorazan las almas y se amurallan los corazones en una ausencia casi total de seguridad y de confianza en los demás. Y así, nuestro mundo, ¿cómo no va a ser cada día más inhabitable? Bien, pero no es mi intención entretenerme ahora considerando las causas y consecuencias de esa marcada inestabilidad social que actualmente nos envuelve. Sin embargo, sí voy a traer a colación precisamente un secuestro. Uno -con todo y los que hoy se dan- fuera de lo normal. El hecho me ha vuelto a dar mucho qué pensar y ha abierto en mi interior viejas y nuevas heridas. Sucedió que una joven albanesa de 26 años fue secuestra